Asimismo,
como Iglesia de Jesucristo, adoptamos la tradición teológica y
doctrinal de la Reforma Protestante del siglo XVI. Con ella nos
identificamos en su voluntad de definir la fe cristiana a partir de
cuatro principios que consideramos básicos y suficientes.
1.
El amor de Dios. Dios es amor, y como tal se da a conocer al ser
humano. Éste, lejos de Dios, imperfecto, y en medio del vacío y de las
contradicciones de la existencia, es llamado a encontrar en Dios perdón
y salvación. Creemos que Dios da este amor sin pedir nada a cambio, de
manera incondicional. Él tiene toda la iniciativa. El ser humano es
llamado a encontrar y a recibir este amor como un don que no puede
obtener por si mismo. Ningún esfuerzo por su parte permitirá
alcanzarlo.
2.
La fe. La fe en este amor de Dios. Para la vida presente y futura sólo
la fe da al ser humano confianza y seguridad. En la fe hay salvación,
vida en constante renovación. Dios da a esa fe, La persona es
introducida en ella.
3.
La Escritura. En la Biblia el cristiano encuentra todo lo que puede
saber y ha de saber sobre Dios y su amor. A partir de ella puede
construir su vida en libertad y responsabilidad. La Biblia es nuestra
única norma de fe y conducta.
4.
Jesucristo. Jesucristo es entendido como centro de la Escritura y de
la fe. Es el único punto de referencia en el que se funda toda
confianza. Es palabra de Dios para el ser humano; su amor, su perdón,
su gracia manifestada y hecha realidad: motivo de esperanza y de
salvación para vivir positivamente en solidaridad con los seres
humanos.
Los
tres primeros principios se articulan alrededor del cuarto. Tienen
sentido en función de él, y al mismo tiempo nos orientan en su
comprensión.
Sin Jesucristo la gracia no es más que el atributo de un Dios lejano, un concepto filosófico.
Sin Jesucristo la fe pierde su contenido, el fundamento para su vivencia y expresión.
Sin Jesucristo como centro, y sin la fe, la Escritura es un libro como cualquier otro.
Sin Jesucristo la fe pierde su contenido, el fundamento para su vivencia y expresión.
Sin Jesucristo como centro, y sin la fe, la Escritura es un libro como cualquier otro.
Al mismo tiempo,
Sin
la gracia de Dios, Jesucristo no pasa de ser un hombre sorprendente,
un gesto impresionante de la divinidad sin ninguna relación con
nosotros.
Sin la fe, Jesucristo queda al exterior de nosotros, como un dato de la historia.
Sin la Escritura, Jesucristo se pierde en la historia y dejamos de saber quien ha sido para nosotros.
Sin la fe, Jesucristo queda al exterior de nosotros, como un dato de la historia.
Sin la Escritura, Jesucristo se pierde en la historia y dejamos de saber quien ha sido para nosotros.